jueves, 19 de diciembre de 2013

“HABLANDO DE LOS ENEMIGOS DE LA CRUZ Y NOSOTROS TAMBIÉN LO SOMOS 2 PARTE”

“EL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD”

Decimos pues que el día  de hoy nos espantamos y nos rasgamos las vestiduras por la ostentación que muchos detractores y lobos rapaces enfatizan su ministerio solo en las
Ganancias deshonestas y en el enriquecimiento. Pareciera que se “tira la piedra y se esconde la mano” en muchos de estos temas. Un par de preguntas que hicimos en la Primera parte y que demuestran la condición de una Iglesia (cualquiera que esta sea) son:
¿Su salario es proporcional al de los miembros que pastorea? ¿Es transparente en el manejo de las finanzas de tal manera que la gente sabe en qué se gasta el dinero de la Iglesia? ¿La Iglesia sabe cuánto gana usted o es tan excéntrico su sueldo que de saberlo muchos le reprocharían su falta de sobriedad?  Estas son algunas preguntas que muchos pastores no pueden responder ya que muchos de ellos no rinden cuentas a la Iglesia de las finanzas de la misma. ¿Entonces en que somos diferentes a aquellos que abiertamente roban a la gente dentro de la Iglesia? Este es un problema que recurrentemente sucede mayormente en las Iglesias de corte carismático o Pentecostés, no significa que sean las únicas. Lo que digo es que en este tipo de congregaciones, el tipo de gobierno es de esta manera. No existe una rendición de cuentas. El pastor Sugel Michelén pastor de la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo en Santo Domingo escribe lo siguiente sobre este tema:  


1. Los creyentes deben tener a los pastores en alta estima:
Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden en el Señor, y os amonestan; y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra (1Ts. 5:12-13).
Esta estima no debe limitarse a expresiones verbales de aprecio y respeto, sino que debe expresarse también de formas tangibles.
2. El sostén material de los ministros será siempre proporcional al aprecio del pueblo de Dios hacia las cosas espirituales que ellos proveen. Cuando el pueblo aprecia las cosas espirituales que Dios provee a través de los pastores, es compelido a mostrar ese aprecio a través de una provisión generosa (Gal. 6:6 ; 1Cor. 9:7-14 ). R. C. Sproul dice lo siguiente al respecto:
Nosotros vivimos en una economía de mercado en la cual los médicos se encuentran entre los profesionales más pagados. Los ministros del evangelio, por otra parte, se encuentran entre los peor pagados. Nosotros estamos dispuestos a pagar grandes sumas de dinero por el cuidado de nuestro cuerpo. Sin embargo, cuando se trata del cuidado y la nutrición de nuestras almas actuamos en forma avara 
3. El sostén de los ministros será proporcional a la calidad y naturaleza de su trabajo (1Tim. 5:17 ), así como a la carga económica que este tenga (1Cor. 9:5 ).
4. La Iglesia está llamada a proveer al ministro una remuneración que le permita sostener a su familia sin tener que realizar trabajos extras, así como también proveerse de los recursos que sean necesarios para realizar su labor (1Cor. 9:7 ).
Este salario debe revisarse periódicamente, tomando en cuenta el incremento del costo de la vida, el incremento en el ingreso de los miembros de la congregación y el tipo de servicio que este hombre rinde a su congregación.
5. Debe tomar en cuenta igualmente la necesidad que tiene el pastor de recursos tales como libros, revistas teológicas, capacitación, etc. Cada Iglesia debe proveer estos recursos en la medida de sus posibilidades entendiendo que el crecimiento del pastor redundará en beneficios espirituales para la Iglesia a través de una ministración más efectiva (1Cor. 9:7 ).

6. La prosperidad de los miembros de la Iglesia debe reflejarse en el sostenimiento del ministro (Gal. 6:6 ). El que es enseñado en la Palabra debe mostrar su aprecio hacia aquel que le enseña haciéndole partícipe de toda cosa buena. Esto no se limita a bienes materiales solamente, sino que incluye también muestras de aprecio y palabras de estímulo, pero es indudable que abarca el aspecto material. Esas “cosas buenas” dependerán de la situación económica de cada cual, pero lo que Pablo establece es un principio de reciprocidad similar al que vimos anteriormente en 1Cor. 9:11 .
7. Otras formas de mostrar honra a los pastores: Acción de gracias por los dones que Dios ha puesto en ellos, orando públicamente por ellos, mostrando sujeción a su autoridad (He. 13:17 ) y mostrando respeto a su oficio.
8. Dado que el salario de los pastores es incluido en las muestras de honra que la iglesia les debe, esto debe ser tratado en una forma digna, tanto delante de la congregación como delante del pastor. El obrero es digno de su salario; la forma como este asunto es tratado y aplicado debe mostrar tal dignidad.

Finalmente. Un pastor debe de ser transparente en todo  momento ante la congregación, Como un ejemplo de buenas obras. Esto incluye su estado económico. Pablo le escribe a Timoteo que se presente como ejemplo. Si algún pastor no puede mostrarse ante la congregación como un ejemplo en sus finanzas, no puede mostrase en un ejemplo en lo demás. 
John Bunyan el famoso pastor Ingles y escritor del libro “El progreso del peregrino” que fue puesto en la cárcel por 12 años debido a su fe,  al morir, esto fue lo que dejo de herencia a su viuda esposa: “El inventario de las propiedades de Bunyan después de su muerte llegaba a un total de cuarenta y dos libras con diecinueve chelines. Es más de lo que solía dejar el hojalatero promedio, pero sugiere que la mayor parte de las ganancias procedentes de El progreso del peregrino habían pasado a manos de los impresores de sus ediciones piratas». Había nacido pobre, y nunca se permitió́ enriquecerse en esta vida. Se halla sepultado en Bunhill Fields, en Londres.
Pero no es el único. Charles Spurgeon “el príncipe de los predicadores” fue un hombre por el cual pasaron miles de libras esterlinas por sus manos, pero al final de su vida, se dice que murió pobre y sin un centavo. Que poca congruencia y diferencia la de hoy en muchos ministros de “sana doctrina” ¿se podrá decir lo mismo de nosotros cuando partamos?  


jueves, 12 de diciembre de 2013

“HABLANDO DE LOS ENEMIGOS DE LA CRUZ Y NOSOTROS TAMBIEN LO SOMOS 1 PARTE”


                                             “EL EVANGELIO DE LA PROSPERIDAD"



El día de hoy mucho se sigue escribiendo y hablando públicamente sobre los que consideramos como “enemigos de la cruz” y que efectivamente lo son y que abiertamente han introducido herejías destructivas en la iglesia. Pero resulta que muchos de los que escriben o predican sobre estos personajes no distan de ser distintos, no me refiero en su distorsión doctrinal, sino en sus mismas prácticas, estilo de vida, actitud altiva, orgullosa y codiciosa. ¿Pero?¿Qué diferencia hay entre uno que habla de prosperidad como el centro de su vida y que abiertamente enseña que Dios le quiere enriquecer, con aquel que dice lo contrario pero vive como un rey o un jeque árabe (?), o ¿qué tanta distancia hay entre alguien que habla bíblicamente del sufrimiento de la Cruz y del ministerio pero que ni con un dedo lo practica? Muchos pueden decir como lo hacen que es porque Dios le ha bendecido o tal vez porque ya pasaron por esto y están en otro nivel de relación con Dios, pero ¿será esto lo que dice la escritura? ¿Debemos conformarnos con solo decir y no hacer?
Estamos de acuerdo en que Dios bendice (materialmente) y de hecho sería anti bíblico negar esta verdad, pero la misma escritura declara algunas moderaciones para este estado de bendición y principalmente para los ministros del evangelio. Dentro de los requisitos que el apóstol Pablo escribe que debe de tener un Ministro se encuentra la : “SOBRIEDAD”
 1Timoteo 3:1 Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. 1Ti 3:2 Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar…
El diccionario de la real academia española define así la palabra “sobrio” Sobrio, bria. (Del lat. sobrĭus). 1. adj. Templado, moderado. 2. adj. Que carece de adornos superfluos.

Nunca leemos que Pablo le escriba a Timoteo que un distintivo del ministro sea llegar a ser un enriquecido y acaudalado ministro del evangelio menos hablando de ostentación “cosechando” grandes ganancias!  Haré unas preguntas simples y básicas: ¿corresponde el actual estereotipo del pastor con lo que declara la escritura?. ¿En la iglesia de “sana doctrina” le dicen cuánto gana su pastor? ¿Las finanzas son algo transparente de tal manera que la iglesia conoce en que se gasta el dinero que aportan?.   Se da por un hecho que todo se gasta “bien” ¿pero cuantos pastores pueden con transparencia decirle a la grey su sueldo? Estamos de acuerdo que “el obrero es digno de su salario” ¿Cuánto es el salario de una persona común y corriente? Ese debería de ser el salario (de un siervo de Dios), no cifras estratosféricas. ¿Entonces qué diferencia hay entre los “herejes que predican la prosperidad” y los que no lo hacen pero que nadie sabe cuánto ganan porque de saberlo muchos se irían de espaldas? Muy fácil. Los primeros, son herejes que no niegan y abiertamente predican este engaño de codicia y no se esconden. Los segundos sí. ¡Y lo peor es que lo maquillan! ¿Qué será más pecaminoso?



Muchos se escudan con decir que los tiempos son distintos. ¿Pero no dicen lo mismo los falsos predicadores de la prosperidad? Ellos justifican sus riquezas diciendo que si Pablo viviera en nuestros días o El Señor, utilizaría aviones privados y dormiría en hoteles de lujo. ¿Pero no hacen lo mismo muchos predicadores de la “sana doctrina”? hare otras preguntas que muchos predicadores de la “sana doctrina” no pueden responder. ¿La gente de su iglesia sabe dónde vive? ¿Conocen su casa? ¿Ha invitado a la gente que lo visite? ¿Si tienen una emergencia pueden llamarle a su móvil o celular o solo algunos “privilegiados”? Si se da cuenta esto se llama incongruencia y a muchos no les gusta que les cuestionen con estas preguntas. Pero, esto nos debería de poner a pensar, que no somos muy distintos de aquellos que llamamos “enemigos de la cruz”. Insisto, ¡lo son! Pero demostremos con nuestras vidas piadosas ( y sin ostento) que realmente somos diferentes y no solo con las palabras.


LA VERDAD SI IMPORTA...¡VIVAMOSLA!

HABLEMOS LA VERDAD...

El día de hoy pareciera que la “Verdad” ya no es importante siempre y cuando solo se predique. Pero ¿vivir la verdad? Aun dentro de aquellos que se destacan como predicadores de la sana doctrina y de la “Verdad” es solo una apariencia. Es más fácil hablar de la  Verdad que vivirla. Si esta, no va acompañada de una vida verdaderamente piadosa solo se convierte en eso, una palabra ineficaz.   Pareciera que la “moda” es hacerse “defensor” de la misma. (Como si necesitara de nosotros) nos hemos vuelto cómodos, satisfechos y vivimos nuestras vidas pensando que con solo publicar frases por aquí y por allá y asistir a congresos o escuchar o leer libros sobre la defensa de la Verdad es suficiente. ¡Qué lejos  estamos de vivir como aquellos predecesores que murieron por la  Verdad y que sus vidas reflejaban a Cristo!
LA VERDAD SI IMPORTA.



EL VALOR ETERNO DE LA VERDAD


No hay nada en todo el mundo más importante o más valioso que la verdad. Y la iglesia tendría que ser “columna y baluarte de la verdad” (1 Timoteo 3:15).
La historia está repleta de relatos de personas que eligen aceptar la tortura o la muerte antes de negar la verdad. En generaciones anteriores, dar la vida por lo que se creía era considerada una actitud heroica. Este ya no es necesariamente el caso.
Por su puesto, parte del problema es que los terroristas y suicidas se han adueñado de la idea de “martirio” y le han dado la vuelta. Se llaman a si mismos “mártires”, pero son asesinos suicidas que matan a la gente por no creer. Su agresión violenta es realmente el polo opuesto al martirio, y sus despiadadas ideologías que los guían son la exacta antítesis de la verdad. No existe nada heroico en lo que hacen ni nada noble acerca de lo que sostienen. Pero son símbolos significativos de una profunda tendencia al conflicto que va plagando a esta generación en todo el mundo. Pareciera que hay una gran cantidad de personas que están dispuestas a matar por una mentira, pero son muy pocos los que están dispuestos a decir lo que piensan de la verdad, y mucho menos morir por ella.
Consideremos los testimonios de los mártires cristianos a lo largo de la historia. Ellos eran valientes guerreros de la verdad. Por supuesto que no eran terroristas o gente violenta, pero ellos “peleaban” por la verdad al proclamarla ante los que estaban en completa oposición, llevando vidas que daban testimonio del poder y la bondad de la verdad, y rehusándose a renunciar o traicionar la verdad sin importar las amenazas.
Este modelo comienza con los apóstoles en la primera generación de la historia de la iglesia. Todos ellos, con la posible excepción de Juan, murieron como mártires. (Aun Juan pagó un alto precio por permanecer en la verdad, pelearon y hasta murieron por ella y dejaron ese legado para la siguiente generación.
Por ejemplo, Ignacio y Policarpo fueron cristianos que pelearon por la verdad. (Ambos eran amigos personales y discípulos del apóstol Juan, por lo tanto vivieron y ministraron en el tiempo en que el cristianismo aún era muy nuevo.) La historia muestra que los dos dieron su vida en vez de renunciar a Cristo y apartarse de la verdad. El emperador Trajano interrogó personalmente a Ignacio y le exigió que hiciera un sacrificio público a los ídolos para demostrar su lealtad hacia Roma. Ignacio pudo haber salvado su vida haciendo lo que el emperador le pedía. Algunos podrían tratar de justificar este tipo de acto bajo presión, mientras que él no negara a Cristo en su corazón. Pero para Ignacio, la verdad era más importante que si propia vida. Él no aceptó hacer sacrificios a los ídolos y por lo tanto Trajano ordenó que lo lanzaran a las bestias salvajes del estadio para diversión de multitudes paganas.
 Policarpo, el amigo de Ignacio, quien era buscado por las autoridades (porque también era conocido como líder entre los cristianos), se entregó de manera voluntaria sabiendo claramente que esto le costaría su propia vida. Lo llevaron a un estadio repleto de una multitud sedienta de sangre y le ordenaron que maldijera a Cristo. Policarpo se negó diciendo: “Ochenta y seis años le serví y nunca fue injusto conmigo, ¿Por qué entonces debería blasfemas contra mi Rey que me salvó?” Fue quemado vivo allí mismo.
En cada generación a través de la historia de la iglesia, incontables mártires murieron de una forma muy similar en lugar de negar la verdad. Todos estos, ¿eran simplemente personas necias haciendo demasiado por sus propias convicciones? ¿Acaso fue su absoluta confianza acerca de su creencia un entusiasmo desacertado? ¿Murieron sin necesidad de hacerlo?
Es evidente que hoy día, muchas personas piensan que sí, incluso algunas que profesan tener fe en Cristo. Al estar viviendo en una cultura casi desconocida, multitudes que se llaman a si mismas cristianas parecen haberse olvidado del alto precio que muchas veces hay que pagar por se fiel a la verdad.
Dije “¿muchas veces?” De hecho de alguna manera u otra siempre es muy alto el precio que hay que pagar por la fidelidad a la verdad (2 Timoteo 3.12). Por eso justamente Jesús insistió en que cualquiera que quisiera ser su discípulo debía estar dispuesto a tomar su cruz (Lucas 9.23-26).
El mismo movimiento evangélico debería hacerse cargo de parte de la culpa por la desvalorización de la verdad por satisfacer en las personas la comezón de oír (2 Timoteo 4:1-4). ¿Hay alguna persona que realmente se haya imaginado que muchos de los que se encargan de entretener a los hambrientos asistentes de la iglesia, que poseen las mega iglesias de hoy día, estarían dispuestos a dar sus vidas por la verdad? De hecho, muchos de ellos no están dispuestos a defender valientemente la verdad, ni siquiera entre cristianos donde existe un ambiente en el que casi no hay riesgos, donde la peor consecuencia podría ser herir los sentimientos de algunas personas.
Hoy día muchas de las iglesias conocidas parecen pensar que los cristianos deberían estar jugando en lugar de estar en guerra. La idea de pelear por la verdad doctrinal es lo más alejado de los pensamientos de quienes asisten a la iglesia. Los cristianos contemporáneos se han propuesto lograr que el mundo lo quiera, y por supuesto en este proceso desean divertirse lo más posible. Están tan obsesionados por mostrarles a los incrédulos una iglesia “buena onda” que ni se les puede cuestionar si la doctrina del otro está bien o no. En este clima, la idea de tratar de identificar si la enseñanza del otro es falsa (mucho menos que “contendáis ardientemente” por la fe) es una sugerencia desagradable 

 (Tomado del Libro: LA VERDAD EN GUERRA Editorial Portavoz John Mac Arthur) )